Durante el trayecto a Calcuta iba súper asustada, le tocaba el hombro al chofer y le pedía que fuera más despacio, él sonreía mostrándome los dientes recubiertos con esa capa de sarro de 2 mls. que la mayoría de los indios tiene y me decía “good driver, good driver”…...inn-creíble….luego ya me resigné y aprendí que lo mejor que podía hacer, era cerrar los ojos, tratar de no enterarme de lo que pasaba, rezar por mi vida y asumir el sonido del claxon como una constante en el entorno y no como un indicativo de peligro…..
Por fin llegué a Sadder St, la calle de los turistas. En 200 metros se podían encontrar sastres, casas de cambio, tiendas de ropa, de bisutería, restaurantes, antros de mala muerte, bares, hoteles baratos y caros, tiendas de vino, peluqueros, tiendas de internet, rickshaws (carritos jalados por humanos), mendigos, familias viviendo en la calle, taxistas, ratas, puestos de té, jugos, noodles, frutas,….era todo un mundo en sí misma.
Esa noche conocí la otra cara de la India. Un “magnate” Indio, hijo del dueño de empresas acereras, al que Julia había contactado para que hiciera una donación a “Luces Rojas”, nos invitó a cenar a Julia, Blanca, Raquel y a mí a un hotel tipo Ritz, el Oberoi……….aaaaaaaaaaaahhhhh! que diferencia!!! Mármol reluciente en los suelos, olor a puro, aire acondicionado, comida de una exquisitez indescriptible……..ESA era la India que me gustaba!!!.... Ahhhh! ir al baño daba gusto!! Estaba limpio!!!!...me sorprendía que cada vez que iba (estuvimos ahí unas 6 horas y bebimos bastante cerveza y vino) el rollo de papel tenía doblada la punta en forma de triángulo….Me preguntaba cada cuándo entraba alguien a hacer los triangulitos???? (Imaginar por favor cuan mala tenía que ser la experiencia de ir al baño para que cuente este detalle!! Y no es que me moviera en lugares feos, es que NO EXISTEN en Calcuta los lugares a los que estamos acostumbrados!!..que tragedia!!!…).
Desafortunadamente, la realidad era la otra, una realidad que no me esperaba, que no entendía y de la que no disfrutaba nada, que frustración!!!. Tan pronto salimos del hotel, después de media noche, caminamos de vuelta a casa entre las decenas de personas que dormían en las banquetas. Familias enteras habían hecho de la calle su vivienda permanente y se habían establecido con petate con mosquitero y estufa de carbón para cocinar los alimentos. Y aquí viene la gran pregunta….y el baño??? A dónde iban al baño???.....ingenua, y a dónde iban a ir al baño????.... pues a ningún lado! ahí mismo!…a donde se pueda!….
Al día siguiente llevamos a los doscientos niños de “luces” al zoológico que no estaba tan mal, bueno, eso digo después de haber adaptado mis estándares de pobreza, pero en ese momento solo pensaba en lo poco que tenía el país para ofrecer en su gente y lo bajos que tenían que ser los parámetros de exigencia de pueblo Indio para disfrutar un zoológico así. Muy triste me pareció entonces, después entendí que esa era precisamente la clave de la felicidad de los indios: todo les hace feliz por que no tienen nada, porque no esperan nada y una sonrisa es el mejor regalo…Bien dicen por ahí que no es mas feliz el que más tiene, sino el que menos necesita, y los Indios necesitan bien poco.
Tengo que confesar que ese día, como los anteriores, mi actitud era poco comprensiva y distante, ese día hasta los niños me daban asco, y lo digo con vergüenza, pero es que tenían piojos, erupciones en la piel, les brillaba el pelo, claro, no eran niños kleen bebe... Esa noche lloré tanto por no haber sido capaz de abrazarlos cuando lo único que me pedían era un poco cariño y yo no les había podido dar nada más que el precio de la entrada al zoológico, que yo creo que ahí empezó mi verdadera experiencia en Calcuta.
Por fin llegué a Sadder St, la calle de los turistas. En 200 metros se podían encontrar sastres, casas de cambio, tiendas de ropa, de bisutería, restaurantes, antros de mala muerte, bares, hoteles baratos y caros, tiendas de vino, peluqueros, tiendas de internet, rickshaws (carritos jalados por humanos), mendigos, familias viviendo en la calle, taxistas, ratas, puestos de té, jugos, noodles, frutas,….era todo un mundo en sí misma.
Esa noche conocí la otra cara de la India. Un “magnate” Indio, hijo del dueño de empresas acereras, al que Julia había contactado para que hiciera una donación a “Luces Rojas”, nos invitó a cenar a Julia, Blanca, Raquel y a mí a un hotel tipo Ritz, el Oberoi……….aaaaaaaaaaaahhhhh! que diferencia!!! Mármol reluciente en los suelos, olor a puro, aire acondicionado, comida de una exquisitez indescriptible……..ESA era la India que me gustaba!!!.... Ahhhh! ir al baño daba gusto!! Estaba limpio!!!!...me sorprendía que cada vez que iba (estuvimos ahí unas 6 horas y bebimos bastante cerveza y vino) el rollo de papel tenía doblada la punta en forma de triángulo….Me preguntaba cada cuándo entraba alguien a hacer los triangulitos???? (Imaginar por favor cuan mala tenía que ser la experiencia de ir al baño para que cuente este detalle!! Y no es que me moviera en lugares feos, es que NO EXISTEN en Calcuta los lugares a los que estamos acostumbrados!!..que tragedia!!!…).
Desafortunadamente, la realidad era la otra, una realidad que no me esperaba, que no entendía y de la que no disfrutaba nada, que frustración!!!. Tan pronto salimos del hotel, después de media noche, caminamos de vuelta a casa entre las decenas de personas que dormían en las banquetas. Familias enteras habían hecho de la calle su vivienda permanente y se habían establecido con petate con mosquitero y estufa de carbón para cocinar los alimentos. Y aquí viene la gran pregunta….y el baño??? A dónde iban al baño???.....ingenua, y a dónde iban a ir al baño????.... pues a ningún lado! ahí mismo!…a donde se pueda!….
Al día siguiente llevamos a los doscientos niños de “luces” al zoológico que no estaba tan mal, bueno, eso digo después de haber adaptado mis estándares de pobreza, pero en ese momento solo pensaba en lo poco que tenía el país para ofrecer en su gente y lo bajos que tenían que ser los parámetros de exigencia de pueblo Indio para disfrutar un zoológico así. Muy triste me pareció entonces, después entendí que esa era precisamente la clave de la felicidad de los indios: todo les hace feliz por que no tienen nada, porque no esperan nada y una sonrisa es el mejor regalo…Bien dicen por ahí que no es mas feliz el que más tiene, sino el que menos necesita, y los Indios necesitan bien poco.
Tengo que confesar que ese día, como los anteriores, mi actitud era poco comprensiva y distante, ese día hasta los niños me daban asco, y lo digo con vergüenza, pero es que tenían piojos, erupciones en la piel, les brillaba el pelo, claro, no eran niños kleen bebe... Esa noche lloré tanto por no haber sido capaz de abrazarlos cuando lo único que me pedían era un poco cariño y yo no les había podido dar nada más que el precio de la entrada al zoológico, que yo creo que ahí empezó mi verdadera experiencia en Calcuta.
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