viernes, 9 de noviembre de 2007

Mi viaje a la India. Parte I

Han pasado ya casi dos meses de que partí a Calcuta a hacer voluntariado. El relato de este viaje lo empecé tan pronto volví, pero entre que no le dediqué suficiente tiempo y que nunca parecía decir exactamente lo que yo quería, no lo había dado por concluido. Así pasaron un par de semanas y luego me fui a Galápagos, intenté acabarlo, pero la emoción del otro viaje se entrometía y no podía terminarlo...ahora me he dado tiempo y aquí estoy, escarbando otra vez en mis recuerdos para compartir con esta hoja de papel la experiencia que fue ese gran viaje….Espero que como a los buenos vinos, el tiempo solo los mejore y que de un mejor sabor a mis recuerdos.

Todo tiene un comienzo (vaya sabiduría la mía, no?) y la idea de ir a la India apareció sigilosa unos meses atrás. Es sabido que para mí el tomar vacaciones es mucho menos atractivo que viajar y descubrir el mundo, así que tenía que encontrar un destino nuevo e interesante, al que pudiera viajar sola si nadie quería acompañarme y con otro presupuesto que no fuera el de las vacaciones, porque ese ya había sido asignado en repetidas ocasiones a otros viajes, así que lo primero que se me ocurrió fue hacer voluntariado en algún lugar del tercer mundo.

Empecé a averiguar y cual fue mi sorpresa cuando descubrí que el hacer voluntariado en lugares exóticos es bastante “in” entre los españoles, que mucha gente repite y que todos lo cuentan con satisfacción y alegría, así que me dije a mí misma “esto no puede ser tan malo”.

Hablé con un montón de gente de sus experiencias y de recomendaciones y parecía evidente que el destino más “fácil” era la India porque era un país poco peligroso (aunque pongan bombas en el McDonals, siempre es mejor que ir a Somalia o Etiopía), porque no tenía que dormir en el centro de voluntariado con lo cual podría hacer “mi propia vida” cuando el trabajo se acabara, porque era un país atractivo para viajar en caso de que no soportara hacer trabajo social de manera intensiva y además, porque a pesar de ir sola, ya había conocido a 3 personas que estarían allá haciendo lo mismo en las mismas fechas. Estaba decidido, el destino era Calcuta!!!......para mi suerte, había sacado de mi cabeza el recuerdo de la película de “la ciudad de la alegría” y el firme pensamiento que tuve al verla de “jamás en mi vida voy a ir a esa basura de lugar”

El proyecto concreto al que iría, también surgió hablando con el amigo del amigo del amigo. Conocí a Julia, que era la encargada de coordinar a los voluntarios españoles de un proyecto llamado Luces Rojas. Luces Rojas es la casa de 200 niños sanos que habían sido recogidos de la zona de prostitutas de Calcuta por el Padre Xavier, quien se dedica a darles a todo lo que les haga falta: un techo, 3 comidas al día, uniformes, higiene, escuela, ocio y por si fuera poco….cariño.

El hecho de que los niños fueran sanos era importante para mí porque no estaba segura de poder soportar demasiadas miserias, no tenía ni la más remota idea de que sentiría al estar allá y no quería presionarme demasiado, llevaba un año muy duro y no quería complicármelo más, ya temía por mi salud mental!!

Julia, que ya había estado en Kobardanga (nombre del pueblo donde estaba la casa) y que repetía éste Agosto, me habló con tal pasión, entusiasmo y alegría de “luces” que definitivamente hice del suyo MI plan!

Mi viaje a la India. Parte II

Yo sabía que tenía que comprar un billete a la India y poco más investigué. Iba yo completamente ilusionada sin tener la menor idea de que esperar….los días me iban dando pistas de que me encontraría por allá, pero tampoco hacía mucho caso, yo seguía en mi nube. Me enteré que la India estaba más jodido de lo que pensaba por la cantidad de vacunas que tenía que ponerme, me enteré de que hacer voluntariado podía ser peligroso cuando me pusieron 2 vacunas extras, me enteré que la burocracia en la India podría ser un dolor de cabeza después de las colas, vueltas y papeleo para sacar la visa, me enteré que tenía que ser cuidadosa con lo que comía cuando todo mundo me contó que tenía un amigo enfermo de algo incurable por haber comido yo que sé en las calles, me enteré del monzón, el lodo y la mugre cuando me recomendaron que llevara ropa que estuviera dispuesta a tirar a la basura, sábanas propias, antisépticos y antipiojos….como siempre, me enteré de lo poco que me enteré, me hice una maleta tamaño equipaje de mano y me fui!!!

Antes de partir, hablando, hablando, resultó que la familia de mi excompañero de casa en Londres, Sourav, vivía en Calcuta, así que para que no llegara el primer día sola a un lugar desconocido y tan impactante, hizo las gestiones necesarias para que sus tíos me recogieran del aeropuerto y me alojaran en su casa la primera noche. Por un lado parecía imposible decir que no por la ilusión con la que organizó todo y por el otro, a mí me entusiasmaba mucho la idea de pasar una noche en casa de unos locales de confianza!!!. El me dijo “te tratarán muy bien por ser amiga mía, te ofrecerán de comer todo el tiempo y tu deberás aceptar lo que te ofrezcan porque es un signo de educación”….que suerte tengo!!

Por fin llegó la fecha de partida!, agarré mi mini-maleta, la autobiografía de Ghandi, un reporte de análisis de la situación social y macroeconómica escrito por el Banco Mundial y un libro de Octavio Paz llamado “Vislumbres de la India”, me tomé mi pastilla contra la malaria y me subí al avión!!! Ahí iba, a la aventura!

Aterricé en Calcuta casi a media noche. Que emoción! Que calor!, Que humedad!....los lentes se empañaron y la ropa se empezaba a pegar al cuerpo...

Llevaba los ojos de una niña, quería entender todo, evaluaba y observaba cada cosa que veía. El aeropuerto era el más sencillo que había yo visto en mi vida (bueno, eso y el intento de aeropuerto que pusieron en lagos de Moreno cuando Salinas era presidente), si, estaba sucio…pero “no tanto”, habían cucarachas…pero “no tantas”…hasta que empecé a darme cuenta realmente de donde me encontraba cuando frente al mostrador de inmigración atendido por un militar alto, de piel oscura y ojos profundos, vi un trozo de caca embarrada en el suelo (pido una disculpa a los lectores y otra de antemano porque seguramente la palabra estará presente en todas sus formas y en repetidas ocasiones en este relato…una historia relacionada con Calcuta no podría estar exenta de ella por más corta que se hiciera).

Salí del aeropuerto y me encontré con decenas de coches de modelo antiguo, como de los 50´s -“modelo taxi tipo Calcuta”- y aunque no todos eran tan viejos, ninguno parecía ser ni de las tres últimas décadas. También me encontré con los primos de Sourav, Puchu y Tatai, con un cartel con mi nombre. ¡Que ilusión hace que vayan por ti a un aeropuerto en un país tan lejano!. Nos subimos al coche y nos dirigimos a su casa, que no era muy lejos. Durante el trayecto, Tatai me daba conversación ya que hablaba buen inglés, pero Puchu que no, solo me observaba y sonreía.
Íbamos por una carreterilla, mal pavimentada y llena de baches, había mucho, mucho ruido de claxon. En el camino poca cosa pude ver, no había iluminación, excepto por la que provenía de los faros de algún camión circulando de frente a nosotros.

Mi viaje a la India. Parte III

Llegamos a casa de Kaki y Kaku (tía y tío en bengalí) quienes me recibieron con una calidez impresionante, como si me hubieran conocido de toda la vida y tuvieran años sin verme. La casa estaba cerca de una esquina en un callejón oscuro y sin pavimentar, era una casa modesta, tenía un salón largo con unos 15 ó 20 metros de superficie total donde había una mesa y cuatro sillas en la zona del comedor y un sofá pequeño para dos personas, una silla, una mesita y un televisor a color pequeño en la zona de la sala, también había un reloj de pared redondo que marcaba la una de la mañana. El suelo era de cemento y las paredes estaban pintadas de color pastel…aunque se notaba que ya hacía tiempo que se les había dado la última mano. El entorno era humilde, pero parecía limpio.

Yo me sentía halagada porque ellos se deshacían en atenciones por hacerme sentir bienvenida, pero al mismo tiempo me sentía asustada, me sentía completamente vulnerable. Kaku me ofrecía comida, pero yo no sabía si estaría limpia o no, si la carne estaría fresca o no, y qué tal si me enfermaba de por vida?????, me ofrecían agua…pero era de la llave….y qué tal si me daba de aquella hepatitis de la que no me dio tiempo a vacunarme????....pero, cómo iba yo a decir que no!???, después de tanta entrega de su parte!!!???....así que muy a mi pesar, acepté todo.

Había moscos por todos lados, yo sudaba y sudaba, no había luz porque había habido un apagón, cosa muy frecuente en la zona…el entorno se iluminaba con una vela blanca, ellos me miraban y se limitaban a sonreír porque, excepto Tatai, ninguno hablaba inglés…. Me sentía querida y a la vez culpable por tener tanto miedo….en el fondo me preguntaba, ¿qué haces aquí? ¿qué demonios viniste a hacer a la India?....y pensé “mejor ve y duerme, que mañana será otro día…”

A la mañana siguiente me sirvieron de desayunar un huevo, dos panes bimbo con pimienta y agua de botella que compraron después de mi cara de susto del día anterior. Después me llevaron a conocer al resto de la familia y la papelería de Taposh, el tío de Sourav. Parecía como si fuera una ocasión especial, todos dejaban de hacer lo que estaban haciendo, se reían mucho e invariablemente me daban de comer. Más tarde, llamaron al chofer (ellos no tenían coche) que me había recogido el día anterior del aeropuerto y que me llevaría al centro de Calcuta para reunirme con Julia, no sin antes cobrar 4 veces más el costo normal del trayecto…

La manera de conducir es única! Que los italianos manejan mal??? ja!!! Que los mexicanos son unos temerarios al volante?? Ja ja ja!, me río!. Para empezar, las calles no tienen líneas de carriles pintadas, así que todos lo coches / camiones / motos / rickshaws / bicicletas van en el carril que se les antoja, del lado derecho o del lado izquierdo…da igual, y ya cuando tienen a alguien de frente y le han pitado al menos 5 veces y sigue sin definirse quien puede más, alguno de ellos cede y se quita del camino del otro sin disminuir ni un poquito la velocidad….Eso señores, es estrés!!! No ir a la oficina todos los días o lidiar con clientes!!!.

Mi viaje a la India. Parte IV

Durante el trayecto a Calcuta iba súper asustada, le tocaba el hombro al chofer y le pedía que fuera más despacio, él sonreía mostrándome los dientes recubiertos con esa capa de sarro de 2 mls. que la mayoría de los indios tiene y me decía “good driver, good driver”…...inn-creíble….luego ya me resigné y aprendí que lo mejor que podía hacer, era cerrar los ojos, tratar de no enterarme de lo que pasaba, rezar por mi vida y asumir el sonido del claxon como una constante en el entorno y no como un indicativo de peligro…..

Por fin llegué a Sadder St, la calle de los turistas. En 200 metros se podían encontrar sastres, casas de cambio, tiendas de ropa, de bisutería, restaurantes, antros de mala muerte, bares, hoteles baratos y caros, tiendas de vino, peluqueros, tiendas de internet, rickshaws (carritos jalados por humanos), mendigos, familias viviendo en la calle, taxistas, ratas, puestos de té, jugos, noodles, frutas,….era todo un mundo en sí misma.

Esa noche conocí la otra cara de la India. Un “magnate” Indio, hijo del dueño de empresas acereras, al que Julia había contactado para que hiciera una donación a “Luces Rojas”, nos invitó a cenar a Julia, Blanca, Raquel y a mí a un hotel tipo Ritz, el Oberoi……….aaaaaaaaaaaahhhhh! que diferencia!!! Mármol reluciente en los suelos, olor a puro, aire acondicionado, comida de una exquisitez indescriptible……..ESA era la India que me gustaba!!!.... Ahhhh! ir al baño daba gusto!! Estaba limpio!!!!...me sorprendía que cada vez que iba (estuvimos ahí unas 6 horas y bebimos bastante cerveza y vino) el rollo de papel tenía doblada la punta en forma de triángulo….Me preguntaba cada cuándo entraba alguien a hacer los triangulitos???? (Imaginar por favor cuan mala tenía que ser la experiencia de ir al baño para que cuente este detalle!! Y no es que me moviera en lugares feos, es que NO EXISTEN en Calcuta los lugares a los que estamos acostumbrados!!..que tragedia!!!…).

Desafortunadamente, la realidad era la otra, una realidad que no me esperaba, que no entendía y de la que no disfrutaba nada, que frustración!!!. Tan pronto salimos del hotel, después de media noche, caminamos de vuelta a casa entre las decenas de personas que dormían en las banquetas. Familias enteras habían hecho de la calle su vivienda permanente y se habían establecido con petate con mosquitero y estufa de carbón para cocinar los alimentos. Y aquí viene la gran pregunta….y el baño??? A dónde iban al baño???.....ingenua, y a dónde iban a ir al baño????.... pues a ningún lado! ahí mismo!…a donde se pueda!….

Al día siguiente llevamos a los doscientos niños de “luces” al zoológico que no estaba tan mal, bueno, eso digo después de haber adaptado mis estándares de pobreza, pero en ese momento solo pensaba en lo poco que tenía el país para ofrecer en su gente y lo bajos que tenían que ser los parámetros de exigencia de pueblo Indio para disfrutar un zoológico así. Muy triste me pareció entonces, después entendí que esa era precisamente la clave de la felicidad de los indios: todo les hace feliz por que no tienen nada, porque no esperan nada y una sonrisa es el mejor regalo…Bien dicen por ahí que no es mas feliz el que más tiene, sino el que menos necesita, y los Indios necesitan bien poco.

Tengo que confesar que ese día, como los anteriores, mi actitud era poco comprensiva y distante, ese día hasta los niños me daban asco, y lo digo con vergüenza, pero es que tenían piojos, erupciones en la piel, les brillaba el pelo, claro, no eran niños kleen bebe... Esa noche lloré tanto por no haber sido capaz de abrazarlos cuando lo único que me pedían era un poco cariño y yo no les había podido dar nada más que el precio de la entrada al zoológico, que yo creo que ahí empezó mi verdadera experiencia en Calcuta.

Mi viaje a la India. Parte V

Al día siguiente cayó monzón y no pudimos ir a Kobardanga que estaría inundado, así que Ana, Paloma, María, María y yo decidimos ir a hacer turismo…ilusas…. Había poca cosa que ver y lo que había se estaba cayendo en pedazos. En nuestro andar bajo la lluvia y con el agua hasta las rodillas vimos como la ciudad se movía a un ritmo distinto, cosa que se aceptaba con paciencia, las personas y los coches compartían las calles, los hombres levantaban sus pantalones y las mujeres caminaban lentamente con el pesado sari empapado.

Pasamos por mercados, estaciones de tren, túneles, puentes y todo estaba invadido de gente, gente toda muy muy delgada. Había muchos hombres. Había mucha gente triste y mucha gente alegre. Había mucha gente trabajando duro y mucha gente mendigando. Había mucha gente sana y mucha gente débil, enferma y lisiada. Había mucha gente comiendo pero mucha más gente muriendo de hambre…..fue una tarde muy dura en una ciudad durísima.

Volvimos a nuestro recién creado mundo en Sadder St., nos tomamos una cerveza y hablamos con un toque de desprecio, distancia y asco de lo feo e inmundo que era todo….los recién llegados no pertenecíamos a ese mundo. Pertenecíamos a lugares como el bar al que fuimos más tarde, un bar en un hotel de lujo con música en vivo y con cervezas por €5 donde 40 voluntarios volvíamos a casa por unas horas.

Al día siguiente fuimos a trabajar con los niños. Yo iba con la firme intención de ser más cercana, incluso a pesar de los piojos y la sarna. Pintamos paredes y muebles. Me hice de algunos nuevos amigos de entre 3 y 7 años. La India empezó a hacer el voluntariado conmigo.

Éramos un clan de 50 voluntarios españoles (sí, yo también ya soy Española, con pasaporte y todo!!) y nos íbamos siguiendo los unos a los otros. Ese día tocaba ir a oír misa en español a la capilla donde está la tumba de la Madre Teresa a las 6 am…jajaja!, yo?, a las 6 am a misa??!!! Jajaja!. Si. A las 5.30 estábamos todos en el punto de encuentro en Sadder St y la capilla estaba llena. A las 7 am nos dieron de desayunar en la “Mother House” y en contra de lo que hubiera creído de mí misma y de mi firme intención de no ver miserias (más?) me di de alta como voluntaria matutina con las hermanas de la caridad…a ver si era yo capaz de aguantar lo que venía….

Ese día fui por primera vez a Prednam, que es la casa de las misioneras de la caridad que acoge mujeres mayores enfermas y solas que habían sido recogidas de la calle o de algún basurero aún con vida…... La casa está en una de las peores zonas de Calcuta, en Park Circus, que era, si cabe, mucho peor que lo que habíamos visto hasta ahora: más suciedad, más malos olores y mucha más miseria….

Nuestra labor consistía primeramente en lavar ropa a mano, aunque yo pensaba: si cada voluntario dejara 1 euro cada vez que viene, cosa que haríamos con gusto, porque el suplicio de lavar ropa bajo el sol de Calcuta a las 9 a.m. es inimaginable, en menos de un año ya se habrían comprado una lavadora y secadora industrial!, pero claro!, olvidaba que eso iría en contra del voto de pobreza que han hecho las Misioneras de la Caridad!!. Después de lavar, tendíamos camas, ayudábamos a las enfermas a hacer ejercicio, les dábamos masajes para mejorar la circulación y dar un poco de calor humano, les servíamos de comer y a las que no podían alimentarse por sí mismas, les dábamos de comer en la boca. El trabajo era durísimo!. Un nudo en la garganta y una lágrima a punto de salir del ojo eran eterna compañía.

Las “sisters” siempre estaban al pendiente de los voluntarios por si les veían flaquear y necesitaban alguna palabra de aliento…unas mujeres con un temple de acero. Estoy segura de que ellas son capaces de hacer todo el trabajo con las enfermas por sí solas, pero que parte de su labor es dar una lección de vida a los que íbamos de “voluntarios” …

La parte que me pareció más dura ese primer día fue el darle de comer a una mujer que pareciera que lo único que podía hacer era abrir la boca y masticar. No hablaba, no oía, no se movía….algo vería porque cuando le acercaba la cuchara a la cara abría la boca, pero estaba completamente aislada. Me senté a su lado y estuve unos 45 minutos alimentándola y acariciándola, en silencio y observándola, pensando….pensando en todo: en ella, en su cara, en su expresión, en su vida pasada, en su soledad, en sus sentimientos, en mí, en mi propia vida… en lo vulnerables y dependientes que somos, en el mundo, en la justicia, en la caridad, en el dolor, en la alegría, en las “sisters”, en cuanto cariño hace falta….

Mi viaje a la India. Parte VI

Ese día por la tarde fuimos a luces rojas y por la noche fuimos a tomar la tradicional cervecita y comentar la jugada. Repetí 2 días más la rutina y me tomé 3 días para hacer un poco de turismo con María porque me hubiera sentido un poco culpable de ir hasta la India y ver solo la que ha sido votada la ciudad más fea del mundo, no?. El itinerario de tres días era: viaje nocturno en tren-hotel a Benarés (14 horas), Benarés día y medio, trayecto en tren a Bodhigaya (4 horas), un día ahí y vuelta nocturna a Calculta.

Benarés es la famosa ciudad sagrada de los hindúes por donde pasa el Ganges, si tienen la suerte de morir ahí se acaba la eterna reencarnación y van directamente al Nirvana. Generalmente está lleno de turistas, pero sobretodo hindúes que vienen de todo el país a limpiar sus pecados en las aguas del Ganges….aunque eso de limpiar … En ese río se lavan miles de personas al día con jabón, se lava ropa, se hacen ofrendas florales, se riegan en su cauce las cenizas de los cuerpos incinerados en los Ghats (escaleras que dan acceso al río), se tiran con una piedra atada al cuello los cuerpos sin vida de los recién nacidos, las mujeres embarazadas y los hombres muertos por picadura de cobra, pero aún así ellos se purifican, se lavan los dientes y hacen pan con ese agua….

La ciudad es interesante. Tiene algunos templos que hay que ver pero que tampoco son muy impactantes, tiene una ciudad universitaria que parece ser de otro país (estaba limpio, ordenado, con señalizaciones en las calles, pintado, con el pasto cortado,…), pero lo que más vale la pena ver son los Ghats y caminar por los accesos a los mismos. Los Ghats, del siglo XVIII aún conservan algo de su esplendor. Los accesos a los Gaths son callejuelas laberínticas de poca anchura, son lindas, pero la desgracia es que está todo bastante cerrado y hay vacas y perros por doquier…vacas y perros… y sus respectivos excrementos con sus respectivos olores…

En los gaths es impactante ver los cuerpos humanos ardiendo, las ofrendas y los bailes…al amanecer es muy bonito ver desde una barca los ghats y las multitudes lavándose. También vale la pena caminar por las orillas del río y ver a la gente empezar el día aseándose, afeitándose, orando, lavando la ropa y tomando té con toda calma bajo los primeros rayos del sol… muy agradable …

La ciudad la visité prácticamente sola, María se estaba muriendo de toda clase de malestares estomacales en el hotel y no podía distanciarse del baño ni ponerse mucho tiempo en pie…le alcanzó la maldición india que alcanzó a todos los españoles, menos a la española mejor diseñada, la mexicana con un estómago ya curtido en estos menesteres.

Como estaba sola por ahí, fui la víctima perfecta de toda clase de tretas y timos: me llevaron a ver como se fabricaba la seda y algunas artesanías, me invitaron a tomar té en tiendas e incluso caí en casa de un astrólogo que me hizo mi carta astral!!!...lo que me dijo, no se los puedo contar, así que me temo que se tendrán que esperar a que acabe la película de mi vida para ver lo que sucede…y creo que yo también por que tampoco me fío demasiado…

El segundo día de viaje íbamos en tren por cuatro horas a Bodhigaya, que es el lugar donde se iluminó el Buda y centro principal de la religión. Para nuestra mala suerte, pero cosa bastante común, el tren que íbamos a tomar fue cancelado y el siguiente tren salía 4 horas más tarde…no teníamos muchas ganas de esperar, así que no nos resignamos y buscamos otra alternativa para llegar al lugar de Buda antes del anochecer para dormir en un monasterio. Nos dijeron que podíamos tomar otro tren que tenía el mismo destino y que salía de otra estación de tren cercana. Tomamos el transporte correspondiente para llegar a la otra estación y nos montamos en el tren.

Este tren era bastante más feo, viejo y sucio que el que nos hubiera correspondido por lo que habíamos pagado, pero no importaba, llegaríamos a nuestro destino a tiempo. A bordo viajaban solo indios, la gente llevaba gallinas, canastos y toda clase de bultos, pasaban vendedores ambulantes y donde deberían ir sentados ocho, iban dieciséis…la gente nos miraba con muchísima curiosidad, sobre todo a María que es rubia y de ojos azules….no dejaban de observarla y no ponían reparo en fijar todos la mirada por un buen rato y al mismo tiempo.
Empezamos el trayecto y el tren paraba en todos los pueblitos del camino, ¡que oportunidad de ver la India rural! subía y bajaba gente, pasaban vendedores ambulantes de pepitas y cacahuates con limón y chile, eso sí no me lo podía perder a pesar de ver que servían un puñadito de el manjar en cuestión en un cucurucho de periódico con una mano de uñas asquerosas con la que al mismo tiempo recibían los billetes. Continuamos el viaje por dos y tres y cuatro horas….el final tenía que estar muy cerca, ya bastante habíamos aguantado de olores, calor y animalejos!. De pronto nos detuvimos en una estación por un buen rato...pasaron diez, quince y veinte minutos de espera y sin saber que pasaba preguntamos a alguien que era lo que sucedía, nos contestaron que así era ese tren, que era un “citizens train” y que no tenía horarios, así que tal situación se podía alargar indefinidamente…la siguiente pregunta fue….¿y más o menos cuánto falta para llegar a Bodigaya?, a lo que nos contestaron: 4 horas… No, no…. seguro que no habían entendido la pregunta…la pregunta no era ¿cuánto tiempo se hace de Benarés a Bodigaya? la pregunta era ¿De donde estamos, cuánto tiempo más falta para Bodigaya?…..y ellos insistían que faltaban por lo menos 4 horas MAS…no habíamos avanzado nada desde nuestra situación inicial!!. Con toda nuestra frustración y con María soportando su malestar estomacal, me bajé del tren y hablé con el encargado de la estación quien nos hizo el favor (a cambio de una módica suma) de subirnos en el mismo tren que hubiéramos tenido que tomar si nos hubiéramos esperado 4 horas en Benarés….

Mi viaje a la India. Parte VII

Por fin, y cerca de la media noche llegamos a Bodhigaya y dormimos en un hotel cualquiera. Al día siguiente, después de prometerme a mí misma no volver a viajar a la aventura en el tercer mundo (promesa que romperé tan pronto tenga oportunidad), visitamos la ciudad, “el otro lado del río” donde habían campos de arroz y unas vistas impresionantes de unas montañas, visitamos el templo, los preciosos monasterios que cada país tenía en la ciudad, hicimos una clase de meditación y volvimos a Calcuta.

Los días pasaban y nuestra vida era ir con “las sisters” por la mañana, esta semana me tocó ir a Kaligath, la casa de los moribundos…aunque si he de ser sincera, no era mucho peor que Prednam. Por las tardes íbamos a luces rojas a ayudarles a poner la casa en orden, a pintar, a quitar piojos, a jugar, a hablar con el “Father” y por las noches nos reuníamos los voluntarios para cenar. Cada vez me sentía más integrada en mi “labor humanitaria” y mi entorno, cada día saludaba de camino al metro al del rickshaw, al de los libros, al de los jugos, al del té,…cada día encontraba una historia increíble de solidaridad: la que dejó Alemana para adoptar a dos niños indios y no sacarlos de su entorno, el español que montó una casa de 30 niñas recogidas de la calle, la que dejó el trabajo Europa para montar un dispensario y lo mantiene vendiendo ropa a los turistas, el padre Xavier, las hermanas de la caridad que van recogiendo moribundos de las calles y dando consultas médicas y medicinas a los niños en las iglesias….todas lecciones para conservar.

Sadder St. se había convertido en nuestro hogar. Ahí nos encontrábamos todos los voluntarios, ahí era donde cenábamos, tomábamos cerveza, donde intercambiábamos medicinas para toda clase de malestares, donde nos contábamos experiencias, frustraciones y sueños, …ahí era donde empezaba y acababa el día.

Tristemente, el viaje se acababa. Con todo el dolor de mi corazón me despedí de los niños, de la “Mother House”, de mis compañeros de voluntariado y de Sudder St, me prometí firmemente hacer algo por alguien antes de morir (promesa que no pienso romper) y volví a Madrid a mi vida de todos los días….a hacer un viaje de fin de semana a la playa, llevando la misma maleta que llevé para diecisiete días en la India y con más o menos el mismo presupuesto. Ni remedio, este es el mundo en el que vivo…………vaya ironías, aquél también……..

Dicen que la India tiene algo especial, dicen que lo odias o lo amas…creo que yo soy de las que lo amo, no se que fue, porque mira que Calcuta es feo, eh?, pero es que la belleza no estaba donde solía buscarla, tuve que aprender a mirar de manera distinta para poder encontrarla….no se que me gustó tanto, no se si haya sido la sonrisa de su gente que acepta la vida tal cual viene y con buena cara “porque así les tocó” o que mientras estaba con esos niños reforcé mi ambición de montar una casa hogar algún día o si fue que mientras alimentaba a esa anciana que no podía hacer nada más que abrir la boca y masticar pensé tantas cosas que no había pensado jamás….

Otro legado de la India a mi vida fue el sentirme tranquila, en paz, sin prisas… he llegado a la conclusión de que el tiempo con prisas no es otra cosa que vida desperdiciada (mi jefe todavía no me comprende…J!!!). Desafortunadamente el tiempo pasa y la vorágine me vuelve absorber, será tal vez por ello que escribo este relato, porque no quiero olvidar lo que la India fue para mí…quiero que se quede conmigo mucho tiempo, de ser posible para siempre…

Y sí, a la India volveré.

Sabrina Aldana Rovelo